Carta al nuevo amor

El tiempo se ha convertido en una dimensión irrelevante en los últimos meses. Lo que sabía y lo que sé ahora sobre cualquier tema parecen dos líneas paralelas que nunca llegarán a unirse. Es curioso cómo una cabeza puede cambiar tanto en solo unos meses.

Sobre todo, es curioso analizar el amor por el que hemos pasado en los últimos meses. Para mí, el amor se siente como haber encontrado una mirada cálida cuando hablo de los temas más fríos. Explorar unidas nuestras mentes aunque vayan por lugares diferentes. Separarnos, tener rutinas diferentes y aún así seguir eligiendo tomar juntas los cafés a media mañana, los vinos cuando cae la tarde.

Para mí, el amor se siente como pararme a leer un pasaje sobre la amistad mientras paseamos por el barrio más bonito de Salamanca. Bajar la voz en la terraza para desahogarme de los males de amores que me ha causado alguien que nunca conoceréis. Hacerme una imagen mental sobre aquella amiga de la que me habláis los fines de semana. La impresión que tengo de vuestros seres queridos, sin haberlos conocido en la mayoría de los casos.

Para mí la amistad es amor. La familia es amor. Es amor convivir, el desahogarte de tus días malos en un sofá de un piso en alquiler al que cuatro personas han llegado por casualidad. Es amor que una vez al año nos sentemos alrededor de una mesa y recordemos lo que ha sido de nosotros cuando el resto no estaban presentes. Y cualquier punto entre esos conceptos merecerá la pena cuando nos sentemos a recordar estos años, dentro de varias décadas.

Oliva.